Hoy sabemos que los niños también sufren depresión, aunque a veces se manifiesta de forma encubierta en diferentes formas. Si vemos a nuestro niño o adolescente melancólico, con sentimientos de inutilidad, con dificultades para las relaciones personales o menor participación en el grupo de amigos, alteraciones del sueño, cambios en el rendimiento escolar, rechazo en ir a la escuela o cambios en el apetito o el peso habitual, es necesario acudir a un especialista.
Los niños experimentan numerosos miedos durante su crecimiento, la mayoría transitorios, de intensidad moderada y específicos de una edad, en estas ocasiones lo mejor es escucharlos y calmarlos. Pero en otros momentos en los que el sufrimiento es desproporcionado a la ocasión y se da de forma repetida, no debemos subestimar el sufrimiento de los niños, ya que puede tratarse de una ansiedad, depresión o fobia.